La expedición del corsario Pierre Chuetot al Gircuncaribe y su desembarco en la Península de Yucatán. 1570-1574

La repartición del mundo entre Portugal y España, a partir de la firma del Tratado de Tordesillas, representó el surgimiento de este último reino como un poderoso imperio, poseedor de colonias con abundante riqueza, así como la inconformidad de naciones como Francia1, cuya reacción no se hizo esperar y financió una campaña consistente en patrocinar viajes de exploración, intentos de colonización y ataques piratas en el Circuncaribe, región clave para España, pues eran la puerta de entrada a sus colonias, y para las potencias rivales, esos territorios significaban la oportunidad de obtener de manera relativamente fácil la riqueza a la cual, según el tratado mencionado, no tenían derecho a tener, y lo cual terminó por afectar a la economía española. Asimismo, España no logró mantener una marina de guerra capaz de vigilar la gran extensión de costas e islas que poseía en América. Los iberos restringieron incluso el paso a comerciantes extranjeros a las colonias. Pero además las pocas flotas armadas que zarpaban de y a la Metrópoli, eran blanco fácil para las naves extranjeras que acechaban en lugares estratégicos y atacaban a las embarcaciones viajeras. Con el Mar Caribe infestado de piratas y corsarios, las costas de los virreinatos como el de la Nueva España, no estuvieron exentos de ataques por parte de estos personajes, y para el año de 1571, un navío de corsarios2 franceses, encabezados por el capitán Pierre Chuetot, desembarcaron en la recién conquistada península de Yucatán, causando desorden en algunos poblados y logrando inquietar tanto a los habitantes de la región como a los de la capital del virreinato, razón por la cual se les persiguió, arrestó y enjuició en las ciudades de Mérida y México bajo los cargos de piratas, protestantes y herejes