La condición humana como condición fronteriza Primer acercamiento a la propuesta de Eugenio Trías

Comenzar un trabajo de investigación es siempre una empresa apasionante. Nos internamos en las espesuras del conocimiento con la idea de encontrar algo, aunque no siempre se sepa exactamente qué. Con las preguntas como brújulas y la sagacidad de un fiero cazador, vamos intentando orientarnos en la jungla de este o aquel tema, vamos encontrando un orden y un esquema donde antes parecía pura y simple virginidad y espontaneidad del caprichoso pensamiento. Sólo contamos con una certeza: al final del camino no seremos los/as mismos/as. Esta pasión por el conocimiento implica, como supo ver Sócrates, un primer reconocimiento de la ignorancia, de ponerse en la posición cero del conocimiento y comenzar a tomar decisiones en torno a cómo y dónde andar, cómo saltar del cero al uno y si es posible o no llegar al dos. Se trata de una experiencia en la que se ponen en juego no sólo nuestras capacidades intelectuales y las habilidades adquiridas previamente, sino que nos ponemos ante la posibilidad de cambiar las estructuras mismas que nos permiten ver el mundo de esta u otra manera. El apetito natural de saber, como diría Aristóteles, nos abre al cambio, al enriquecimiento de nuestros horizontes y al ensanchamiento de nuestras perspectivas. ¿Quién podría negarse a semejante experiencia?