La pintura neoecléctica como ejemplo visual de la posmodernidad.

A partir de los años 60, específicamente con la obra de Robert Rauschenberg, la plástica dio un giro inesperado, sus creaciones bajo la estética del collage, planteaban una hibridación nunca antes vista, ni siquiera en el dadaísmo se había presentado tal amalgama de imágenes discordantes dentro de una composición. En estos collages Rauschenberg ya anticipaba lo que actualmente nosotros denominamos como pintura neoecléctica. Término que hemos extraído de un comentario aplicado a la obra del pintor Armando Romero1 y hemos ampliado a toda aquella producción pictórica en la que no se proponen imágenes nuevas, sino que se apropian algunas ya existentes, también lo hacemos extensivo a aquellas obras en las que se hace parodia o pastiche de una ya creada con anterioridad, o bien, cuando se pinta imitando un estilo pasado. En la producción de Romero, ─cuya obra y el impacto causado ha sido el detonador de esta investigación─ hemos encontrado, tanto la forma de componer a manera de collage, como la imitación de estilos pasados aplicados a necesidades expresivas propias del presente. De tal manera que la pintura neoecléctica que nosotros exponemos, consiste en componer incorporando imágenes de la historia del arte, de los medios masivos, o de cualquier medio de producción visual, sin hacer distinción entre arte culto y manifestación popular. El argumento parte dos principios, por un lado, la toma de conciencia de que actualmente ya no tiene caso innovar, tanto en lo formal-estilístico como en lo temático. Y, por otra parte, de que la plástica ya no está dirigida a la tarea de representar al mundo o la realidad objetiva, sino a la imaginería que el propio arte y otros sistemas de creación visual dentro de su historia han creado. Este ensayo es por lo tanto un tratado sobre la pintura que no imita ni se recrea en el mundo, sino en el mundo de la cultura visual, el mundo de las imágenes