Apuntes teóricos sobre los conceptos de ideología y discurso político

Leopoldo Artiles (biografía). Sociólogo dominicano. Estudió en la Universidad Pedro Henríquez Ureña (UNPHU). Luego hizo una maestría en la Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales, en México, y posteriormente realizó sus estudios de doctorado en la Universidad de Minnesota. Es profesor de sociología en la Universidad Autónoma de Santo Domingo desde 1978, y ha sido docente invitado en la Pontificia Universidad Católica Madre y Maestra (PUCMM), Instituto Tecnológico de Santo Domingo (INTEC), Universidad Central del Este y la Universidad APEC. Se ha desempeñado como especialista sectorial de la Unidad Asesora de Análisis Económico y Social del Ministerio de Economía, Planificación y Desarrollo y como coordinador de la Unidad de Políticas Públicas del Observatorio Político Dominicano. Algunas de sus publicaciones son: Movimientos sociales dominicanos: identidad y dilemas (en coautoría con César Pérez), El nuevo rol de la ciudadanía, Actitudes hacia el trabajo en la República Dominicana: reflexión sobre las percepciones y orientaciones en el mundo laboral (en coautoría con Carlos Dore Cabral, Francisco Cáceres y Pedro Ortega), El sistema tributario dominicano: propuesta de reforma (en coautoría con César Pérez), Análisis del discurso: introducción a su teoría y práctica.¿Cuál es la relación entre realidad, ideología y discurso? Si, como se interpreta sobre todo a partir de Marx, la ideología es "el reflejo correcto de una realidad falsa", y si —como afirmara Valentín N. Voloshmoz— la ideología se inscribe ante todo en el lenguaje, esto es, en la realidad sígnica que representa, figura y simboliza lo que está fuera de ella, cabe preguntarse: ¿hay posibilidad de un discurso libre de ideología, es decir, de un discurso que dé acceso de modo directo a la verdadera realidad? ¿Y es, en caso de que la respuesta sea negativa, del todo negativa la ideología? Como fenómeno humano inevitable, la ideología constituiría un sistema de sentido construido por el hombre para "ordenar" una realidad que en esencia desconoce. En tal virtud, sería una herramienta defectuosa, pero necesaria, para la edificación del mundo humano. Por ello sería el símbolo más manifiesto de que el hombre ha sido expulsado de aquel mundo adámico en el que la palabra y la cosa se corresponden de manera perfecta