Hay «¿demasiados libros?», como ya señalaba el título de un imprescindible ensayo —nada apocalíptico, sin embargo— del mexicano Gabriel Zaid, publicado en 1972 (lo cito por la última edición revisada: Los demasiados libros, Mondadori, Barcelona, 2010). Por supuesto, al hacer esa pregunta, tan aviesamente performativa, pensamos (como Zaid) tanto en el excesivo número de autores y editores empeñados en darnos a conocer sus invenciones y opiniones como, de añadidura, en los dispendios de papel y espacio físico a que obliga esa universal manía. Como concluye el autor, «la conversación continúa, entre los excesos de la grafomanía y los excesos del comercialismo, entre el caos de la diversidad y la concentración del mercado»