La interrelacción entre democracia y responsabilidad. La crisis griega como caso paradigmático para la UE

One of the main lessons to be learned from the Greek crisis is that large scale supranational communitarisation is a danger for democracy if mutual obligations between members undermine substantially the possibilities of political choice for the single member states. I argue that a well-balanced relation between (self-) responsibility, solidarity, performance incentives and democracy involves taking subsidiarity serious, as well as to admit a certain amount of institutional flexibility. This flexibility is demanded especially in the case of large scale communities which include countries as members, like the EU, and in which the basic ideas of social, economical and financial policy are rather heterogeneous. Democracy, responsibility and solidarity must be in a well balanced relation for any community to function and to be generally acceptable to the citizens. This includes the defence of rather ambitious forms of civil participation and sovereignty of the people against the paternalistic pretensions of experts or of political and cultural elites. And responsibility —as a basic condition for democracy— requires that the design of the contractual basis of the EU must make possible that voting communities really assume responsibility for their decisions, which includes bearing possible negative consequences of these decision on themselves. Preserving a certain leeway for differing decisions about economical, financial or social questions is necessary for giving democratic substance to the demand of the primacy of politics. This puts serious limits to ambitions for treaty-based supranational communitisations.Una de las principales lecciones a aprender de la crisis griega es que la comunitarización supranacional a gran escala se convierte en un peligro para la democracia si las obligaciones mutuas entre los miembros socavan substancialmente las posibilidades de elección política de los estados miembros particulares. Argumentaré que una relación bien equilibrada entre (auto) responsabilidad, solidaridad, incentivos de rendimiento y democracia implica tomar en serio la subsidiariedad, al igual que admitir un cierto grado de flexibilidad institucional. Esta flexibilidad es demandada especialmente en el caso de comunidades a gran escala que incluyen países entre sus miembros, como la UE, y en las cuales las ideas básicas de política social, económica y financiera son más bien heterogéneas. La democracia, la responsabilidad y la solidaridad tienen que estar en un equilibrio adecuado para el funcionamiento de cualquier comunidad y para que ésta sea aceptable en términos generales para sus ciudadanos. Esto incluye la defensa de ambiciosas formas de participación civil y soberanía del pueblo frente a las pretensiones paternalistas de los expertos o las élites políticas o culturales. Y la responsabilidad —como condición básica para la democracia— requiere que el diseño de las bases contractuales de la UE haga posible que las comunidades votantes asuman las responsabilidades de sus decisiones, lo que incluye sobrellevar las posibles consecuencias que tales decisiones podrían tener sobre sí mismas. Preservar una cierta flexibilidad para decisiones dispares sobre cuestiones económicas, financieras o sociales es necesario para dar sustancia democrática a la demanda de primacía de lo político. Esto pone serios límites a las ambiciones de comunitarización supranacionales en base a tratado