Frente a los grandes rituales colectivos y el sentido trascendente que le otorgaban las comunidades tradicionales, la Modernidad habría reducido la muerte al silencio y convertido el morir en un proceso solitario e institucionalizado. No obstante, en las últimas décadas un nuevo modelo de la muerte podría estar emergiendo en nuestras sociedades: el modelo neo-moderno, pues no cuestiona el papel central del sistema sanitario en la gestión de la muerte, pero trata de corregir los huecos que este no ha satisfecho. La muerte, así, volvería paulatinamente al espacio público, pero de forma fragmentaria y descentralizada, como un conjunto de prácticas y discursos dispersos que tendrían en común un renovado interés en hablar de la muerte y el morir...