Hay una historia de siempre, la historia del cuerpo, de su aventura y desventura, que nuestros escritores han narrado a lo largo de la vida nacional empleando palabras distintas y de muy distintas maneras. La historia que me corresponde narrar es la historia de esas palabras. Es una historia modesta, como todas las que se escriben en la pos modernidad. Es también una historia que no habría sido posible sin la atmósfera triste y extraordinaria que respiramos desde hace ya muchos años. En efecto, acertaríamos parcialmente si atribuyéramos a la influencia de la literatura europea la aparición del cuerpo erótico en nuestra narrativa. Sólo en el momento en que se documenta la violencia en las páginas de la novela, el cuerpo aparece de un modo má...