Vista general del exterior del inmueble

La Torre de los Jerónimos es un inmueble de una única crujía con tres plantas de altura que se ubica entre la Plaza Canasteros y la Plaza Padre García Jiménez, justo al borde de la Calle Real, constituyendo así un hito urbano especialmente importante en la configuración histórica de la trama urbana de Casa Nueva. Originalmente, la Torre formaba parte de un inmueble mucho mayor, de planta cuadrada y con un patio interior, que se anexaba a la torre por su parte trasera, y que a lo largo del siglo XIX y XX se ha ido segregando y ocupando con fines residenciales por vecinos locales. Desde el punto de vista arquitectónico, la Torre destaca por su cubierta realizada en ladrillo macizo, con tres plantas de altura y una distribución de huecos en fachada simétrica (aunque intervenciones posteriores hayan alterado este hecho). Destaca especialmente la secuencia de huecos en la tercera planta, con arcos de medio punto que posiblemente tuvieran la función de proporcionar ventilación al grano almacenado en altura. También destacan algunos elementos decorativos de la fachada, como son las cornisas o los recercados de balcones y ventanas. El edificio se construye en el siglo XVII, después de que, tras la conquista cristiana, la Corona adjudicara a la Orden de los Monjes Jerónimos de Granada la posesión y usufructo de la cortijada de Ánzola, que comprendía un total aproximado de 650 Hectáreas en tierras de regadío y secano. El inmueble por tanto, servía como finca de residencia y retiro, así como centro de gestión para controlar las tierras de riego que les habían sido adjudicadas en los regadíos del río Velillos. La ubicación estratégica del edificio, justo en el borde de las tierras de riego de Ánzola, y junto al partidor de agua que divide el caudal entre las cortijadas de Ánzola y Zujaira, es totalmente lógica, pues desde dicha posición los monjes podían controlar tanto las tierras como la cantidad de agua que el partidor derivaba para su riego. Tras la desamortización del s. XIX las tierras de la cortijada de Ánzola, así como el edificio monacal, dejan de ser propiedad de los Jerónimos. La Corona adquiere parte de las tierras, y tras años de pleitos y cambios de titulares acaban en manos civiles. Es a partir de entonces cuando el edificio comienza a segregarse en unidades residenciales, quedando en la actualidad tan sólo el edifico de la Torre sin uso y como propiedad municipal