Construyendo populismos : el puzle de la ciudadanía europea

A partir de la crisis económica de 2008, los problemas en torno a la representatividad ciudadana, en el entramado institucional de la UE, se comienzan a sentir con mucha más fuerza. La creciente percepción negativa ciudadana en torno a las decisiones tomadas por Bruselas, para afrontar las múltiples crisis que han aquejado a la Unión desde la crisis del euro (crisis migratoria, de refugiados y terrorismo), se perfila como un factor problemático para la integración. Los nacionalismos, la xenofobia e incluso las posturas euroescépticas, comienzan a ganar terreno importante a partir de la crisis política que vive el proyecto europeo y que se presenta, como producto de una ciudadanía que se siente relegada por el proceso decisorio de la Unión. De este modo, bajo una creciente frustración ciudadana frente a las trascendentales decisiones tomadas por Bruselas, se ha creado un propicio “caldo de cultivo” para los populismos, quienes no solo han ascendido a partir de esta creciente percepción de falta de representatividad, sino además, han alimentado tal percepción a partir de atacar a la élite política europea mediante sus discursos. Por consiguiente, más allá de ser de izquierda o derecha, los populismos europeos han sabido manejar una estrategia común para lograr su ascenso: atacar a la élite política en Bruselas a partir de alimentar aún más el descontento y la frustración ciudadana. Desde Syriza en Grecia, hasta el Partido por la Libertad en Holanda, los populismos han ascendido, ahí sí, en mayor o menor medida, a partir de su ideología manifestada y de las razones internas de cada Estado. Sin embargo, independientemente de su tendencia ideológica, los populismos han utilizado una estrategia común en su campaña en materia de política exterior para retar en mayor o menor medida al proyecto europeo, y así, lograr su ascenso. Por ende, los populismos se han presentado no solo como un medio tangible para la amplificación de la voz ciudadana europea y su descontento hacia los procesos de toma de decisión a nivel comunitario, sino además, como un factor desestabilizador para el mismo proyecto europeo.Since the economic crisis of 2008, the problems surrounding citizen representation, in the institutional framework of the EU, begin to feel much stronger. The growing negative public perception of the decisions taken by Brussels to confront the multiple crises that have afflicted the Union since the crisis of the euro (migration crisis, refugees and terrorism), is emerging as a problematic factor for integration. Nationalisms, xenophobia and even Eurosceptic positions begin to gain important ground from the political crisis that the European project is experiencing and which is presented as a product of a citizenship that feels relegated by the decision-making process of the Union. In this way, under a growing citizen frustration in front of the transcendental decisions taken by Brussels, an auspicious "breeding ground" has been created for populisms, who have not only ascended from this growing perception of lack of representativeness, but also , have fueled such perception by attacking the European political elite through their speeches. Therefore, beyond being left or right, European populisms have managed to manage a common strategy to achieve their rise: attacking the political elite in Brussels from further fueling the discontent and citizen frustration. From Syriza in Greece, to the Freedom Party in Holland, populisms have risen, yes, to a greater or lesser extent, based on their manifested ideology and the internal reasons of each State. However, regardless of their ideological tendency, populisms have used a common strategy in their foreign policy campaign to challenge the European project to a greater or lesser extent, and thus achieve their promotion. Therefore, populisms have been presented not only as a tangible means for the amplification of the European citizen voice and its discontent towards the processes of decision-making at the community level, but also as a destabilizing factor for the European project itself