Sobre la Educación Literaria: reflexiones en torno a la importancia de los clásicos en el desarrollo de la sensibilidad lectora

Los índices de producción y consumo del producto literario están alcanzando cuotas impensables hace veinte años. No obstante, parece evidente que el libro está dejando de ser una referencia del enriquecimiento cultural del individuo y cada vez más se está transformando en un objeto de consumo de comprar, usar y tirar. En este sentido, la literatura va transformando sus cometidos, sus orientaciones e, inclusos, sus parámetros estéticos. Este cambio, tan evidente en los estantes de las librerías, ha supuesto, en consecuencia, otra importante variación del público lector. Curiosamente, el desarrollo de la literatura moderna, desde finales del siglo XVIII en España, ha ido llevando paulatinamente a una mayor implicación del lector en el proceso de la lectura, jugando, así, un importante rol dentro de su esperado encuentro con la obra. Sucesivamente, las producciones literarias, guiadas por unos planteamientos de lectura orientados hacia la sensibilidad y el acercamiento a los clásicos como inescrutables modelos estéticos, fueron dando sus frutos en las respectivas generaciones lectoras. Sobre esta base, cabe respondernos la pregunta de si, efectivamente, en la actualidad, con los altos índices de ventas, se cultiva esta sensibilidad en los más jóvenes. Es decir, la propuesta curricular que promulga potenciar la lectura en la formación inicial nos ha llevado a una serie de pautas marcadas por la utilidad, la practicidad y el afán resultadista tan acorde y afín a un mundo- el actual- pensado más para la acción que para la reflexión. Los resultados de esta nueva manera de enfocar la lectura desde un único punto de vista pragmático ha aportado, sin duda, unos resultados éxitos interesantes, aunque más en la teoría que en la práctica, ya que, en el fondo, cuando estos estudiantes entran en la universidad acaban evidenciando una sorprendente falta de preparación lectora autónoma. Y una carencia de conocimientos culturales abrumadora. Quizás sea el momento de plantear, pues, la lectura también desde una perspectiva puramente estética, sensible, sin plantear de antemano los aspectos que se deben pensar, sino también aquellos que se deben sentir y donde, en efecto, el alumno puede aportar unos conocimientos propios que, solo en parte, mitiguen la llamativa falta de conocimientos culturales que, en principio, debería completar su lectura para que ellos mismos configuraran (y se configuraran) lo que en palabras de San Ignacio de Loyola acabaría siendo una "necesaria composición de lugar" como método crítico en sí mismo, tanto para ellos como para la obra, el autor, las motivaciones de su época, etc. Por tanto, la presente comunicación se plantea como una llamada a la reflexión sobre la idoneidad de ciertas lecturas, ciertas metodologías y sobre todo, si resulta pertinente retomar a los clásicos para alimentar y cultivar esos conocimientos propios de nuestros jóvenes lectores, aunque desde perspectivas muy distintas ajustadas a la realidad social que vivimos