Crimen ¿y castigo? La desmitificación de la policía.

No deberíamos olvidar que la violencia es un elemento común a todos los seres humanos y que, por ello, nos une en un ecosistema social en el que ninguno de los componentes de violencia presente en nuestros pensamientos, emociones y actos deja de interactuar, más allá de los efectos aparentes, con la violencia existente en nuestros semejantes. Sin embargo lo olvidamos. Y, de este olvido surge la escisión que sustenta la perversa espiral de la violencia, es decir la percepción de las agresiones humanas como un fenómeno extraño a la naturaleza de uno mismo y, por tanto, atribuible siempre a la culpabilidad del otro, al cual ¿desde esta lógica infernal-, de una u otra forma, debemos anular. La consecuencia más tangible de esta obcecación ancestral es la insistencia en promover costosísimas estrategias autoritarias de control de la violencia que, más allá de su dudosa eficacia, contribuyen al fortalecimiento de instrumentos de poder que, en sí mismos, constituyen una de las principales amenazas a la civilidad