Lima, Perú. Agosto del 2002. Viajé para conocer a mis abuelos y a mi familia paterna. Estuve tres días en Lima y luego tomé un avión hacia el Cuzco. Mi abuelo fue uno de los primeros en saludarme. Nunca nos habíamos visto pero sentí que teníamos una conexión especial. Después de varios días, todos notaron que el abuelo y yo nos llevábamos muy bien. Pasábamos juntos todo el día. Siempre por la tarde, me llevaba al parque y de regreso me compraba ositos de goma. Un día mí prima Valeria y yo jugábamos a las muñecas y de un momento a otro, ella me mordió en el brazo. Alcanzó a salirme un poco de sangre. El abuelo la reprendió, me limpió y me puso un pedazo de venda en el brazo. Como yo lloraba mucho, el abuelo me llevó un helado para calmarme. ...