Como al fin y al cabo lo que tengo para contarles no es más que una historia de bibliotecas, voy a empezar con la anécdota que generó la forma final de esta reflexión. El sábado pasado me encontraba en mi oficina y de repente me avisan que hay dos niños que solicitan hablar conmigo. Al abrirles la puerta pasaron confiadamente y cuando se acomodaron en los sillones me di cuenta que no alcanzaban con sus pies al piso y deduje su edad. Fueron al grano, venían a pedirme una sala infantil para la Biblioteca Luis Ángel Arango Me recordaron que la Virgilio Barco y la de El Tintal tenían salas especiales para niños y no aceptaban que la nuestra, cercana a sus casas y escuelas, no la tuviera. Después de intentar un par de disculpas que no aceptaron ...