Es un lugar común afirmar que el catolicismo argentino, al igual que otros de América Latina, es fuertemente tributario de la influencia romana, así como también de la hispánica —en este último caso, en especial, luego del “desastre” de 1898—. Sería fútil discutir esta premisa: el carácter romano e hispánico del catolicismo argentino es una verdad tan autoevidente que es casi natural vincular entre sí estos términos y, a su vez, añadirles sin cortocircuito alguno el ingrediente del nacionalismo. Sin embargo, intentaremos mostrar que las cosas fueron menos lineales, en especial por el influjo de otros polos católicos con los que los católicos argentinos tejieron estrechos vínculos: a saber, el catolicismo francés. Se reconstruyen sus vín...