En este artículo examino dos criterios para la existencia de estados mentales, el de Descartes y el de Turing. Mientras que el primero plantea que las máquinas no pueden pensar en principio, el segundo defiende la inteligencia de máquina. Pese a esto, ambos parecen coincidir en que la decisión sobre la presencia de estados mentales es tomada por alguien que juzga internamente la misma. Si bien ello es esperable del racionalismo cartesiano, en el funcionalismo de Turing es sorprendente. En efecto, ningún comentarista de su Juego de la Imitación repara en el hecho de que los interrogadores son una instancia que no parece reemplazable y, además, que dichos interrogadores aplican un criterio internalista para decidir si están frente a una mente...