Recientemente, un periodista, que compartía una ensalada con un biólogo, exclamó: «¡Si yo sólo aspiro a que la lechuga que yo tenga que consumir no tenga genes!». Cuando el biólogo le explicó que al comer ésta no había más opción que engullir unos 25.000 genes del genoma de Lactuca sativa y varios miles de genes adicionales correspondientes a los genomas de los microorganismos que habitual y cómodamente habitan en la superficie de las turgentes hojas, el periodista quedó atónito. Según un eurobarómetro de hace unos meses, más de dos tercios de los europeos estaban en contra de los alimentos transgénicos. Sin embargo, en la misma encuesta se incluía una aseveración –los tomates normales no tienen genes, los transgénicos sí– frente a la que t...